"Materialistas": cuando el amor se convierte en un lujo

Barcelona, Cataluña

Texto: Adriana Agudetse

Hoy me siento como Carrie Bradshaw escribiendo este artículo en mi habitación, cambiando su clásico cigarrillo por un sándwich de queso fundido mientras me como la cabeza. No puedo llamarlo de otra forma: es el efecto Materialistas de Celine Song. Después de Vidas Pasadas, tenía mucha anticipación por ver lo nuevo de la directora. Me habían llegado opiniones muy contrarias y sentada en la sala del cine, comencé a entender por qué. Probablemente sea porque esta película te deja con más preguntas que respuestas, pero es justo por eso por lo que me ha encantado.

No me malinterpretes: no hace falta un doctorado para entenderla ni mucho menos, va directa al grano. Pero si vas con la expectativa de ver una romcom para echar la tarde, vas a tener que esperar sentada. La película sigue a Lucy Mason (Dakota Johnson), una casamentera muy buena en lo suyo, a pesar de que ella no haya tenido aún suerte en el amor. Encuentra en Harry, el amadísimo Pedro Pascal, lo que en su lugar de trabajo definen como un “unicornio” (vamos, alguien tan perfecto que es imposible que exista).

Dakota Johnson y Pedro Pascal en Materialistas (Fotógrafo: Charlie Clift)

Song trata sin tapujos ni vergüenzas el mundo de las citas en la actualidad, que se ha convertido en un auténtico “sálvese quien pueda”. Colándonos en el día a día de Lucy, vemos los requisitos cada vez más descarados de sus clientes: altura, lo que deben ganar, el cuerpo de tal persona con la cara de otra… Todo vale en el amor y en Adore, la empresa que podría ser responsable de tu felicidad.

Lucy tampoco está exenta de estos prejuicios, pues tiene bien claro lo siguiente: el próximo hombre con el que salga será su marido, y se niega a que este sea algo menos que asquerosamente rico. Con el humor justo y un nivel de intimidad que hasta incomoda, la película ahonda en el daño que el capitalismo inflige en las relaciones amorosas. Retrata una sociedad moderna que lejos de ser hiperbólica, resulta anecdótica para quienes lo han vivido. Ironías de la vida, es esta misma superficialidad y obsesión con lo material lo que nos está impidiendo conectar de la forma en que queremos hacerlo.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es la humanidad con la que Song ha escrito al personaje de John (Chris Evans), un hombre tan sencillo como su nombre indica. El exnovio de Lucy convive día sí, día también con su sueño frustrado de ser actor y la necesidad de pagar el alquiler, dos realidades que desafortunadamente no logra casar. John ha sido objeto de burla por parte de la audiencia, algo que Song no iba a dejar pasar. “Me preocupa la forma en que hablamos de los hombres que no tienen suficiente dinero, o de la gente pobre en general”, explicaba la directora en una entrevista. “La pobreza no es culpa de los pobres (…). El capitalismo va a intentar colonizar y comerse todo, y está intentando comerse al amor también”.

Chris Evans y Dakota Johnson en la película (Charlie Clift)

Materialistas no se anda con historias: no hay canciones virales, ni florituras, ni bromas por doquier. Es un retrato al desnudo de nuestros deseos más cuestionables que no da opción a esconderte. Creo que en un mundo donde cada vez hay más ruido, en el que reina la imperiosidad de lo inmediato, es de agradecer.

La directora no podría haber elegido un tema más acertado para su retorno, y es que a veces no hace falta caer en obviedades. A veces, basta con levantar un espejo a los demás. Materialistas nos obliga a enfrentarnos con nuestras propias convicciones, replanteándonos no solo a qué le damos importancia, sino por qué. Por encima de todo, nos recuerda que en un mundo en el que hay que pagar por todo, el amor no debería costar nada.