De las cenizas, la belleza: The Last Dinner Party arde en From the Pyre
- ESZNA
- hace 7 días
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Madrid, Comunidad de Madrid

Texto: Ángela Bellón
En abril de 2023, cuando Nothing Matters irrumpió como carta de presentación de una banda llamada The Last Dinner Party, algo cambió en el aire del indie británico. En un panorama saturado de fórmulas, donde la autenticidad parece haberse convertido en un gesto ensayado, cinco jóvenes aparecieron con una canción que sonaba a todo lo contrario: teatral, excesiva, misteriosa, de una elegancia que parecía de otro tiempo. Era una pieza de art-rock con alma barroca y espíritu ochentero, una amalgama de guitarras brillantes, cuerdas desbordadas y una voz —la de Abigail Morris— que no pedía permiso para ocupar el centro del escenario. Los que las vieron en directo en esos primeros conciertos lo entendieron enseguida: acababan de presenciar el nacimiento de una estrella.
Aquel debut, Prelude to Ecstasy, era un milagro de ambición precoz. En sus doce canciones convivían el dramatismo operístico y la energía pop con una naturalidad desconcertante. Lejos de sonar repetitivo, el álbum se desplegaba como un tapiz de melodías complejas que hechizaban al oyente con su esplendor. No era solo música: era una declaración estética, un manifiesto que reivindicaba la feminidad, la identidad y la vulnerabilidad como territorios de poder. Desde entonces, The Last Dinner Party no han dejado de dar que hablar. Han teloneado a Lana Del Rey, Olivia Rodrigo e incluso a los Rolling Stones, pero su ambición nunca ha sido ser populares. No buscan el éxito radiofónico ni los números de TikTok: su proyecto parece moverse por otra brújula, una que apunta hacia el exceso, el arte y la teatralidad.
Un año y medio después llega From the Pyre, su segundo trabajo, y desde el título ya parece un gesto de desafío. “La pira” como símbolo de destrucción, sacrificio y renacimiento. Si el debut fue un banquete, esto es un incendio. Un álbum que responde, con música y convicción, a todos los que las acusaron de ser una banda prefabricada, un “grupo creado por la industria” o, peor aún, un producto demasiado pulido para ser auténtico. Detrás de muchas de esas críticas se percibía un escepticismo que olía a misoginia disfrazada de juicio musical. From the Pyre es, entonces, una vindicación. No mediante discursos, sino a través del poder mismo de la obra: una colección de canciones intrincadas, exuberantes y desbordantes que confirman que el grupo no solo estaba preparado desde el principio, sino que ahora ha alcanzado una nueva madurez.
El álbum se abre con Agnus Dei, una pieza que funciona como introducción y rito. En apenas cinco minutos, The Last Dinner Party lo dan todo: coros litúrgicos, guitarras que se retuercen entre la luz y la sombra, percusiones ceremoniales, un crescendo que desemboca en una especie de exorcismo colectivo. Es una carta de presentación tan rotunda que parece imposible sostenerla, pero la banda no flaquea. La producción de Markus Dravs —responsable del sonido de Arcade Fire, Coldplay o Frank Ocean— aporta la densidad y el brillo adecuados, sin limar el filo. Dravs entiende que el barroquismo del grupo no es un adorno, sino su esencia: aquí lo teatral no es un gesto, es un lenguaje.

El disco se mueve con la soltura de quien ya no necesita demostrar nada. Second Best arranca con un arreglo coral que dialoga con la voz principal hasta que una guitarra rompe la armonía como un relámpago. En menos de un minuto, la canción ha mutado tres veces: del canto gregoriano al pop de cámara, y de ahí a un estallido eléctrico. Es una lección de economía creativa: aprovechar cada segundo, cada compás, sin que sobre nada. Lo asombroso es que esta espiral estructural no resulta caótico; al contrario, todo está medido con precisión casi teatral.
La voz de Abigail Morris continúa siendo el gran centro gravitacional. A medio camino entre la espiritualidad de Florence Welch y el dramatismo de Kate Bush, su registro puede sonar angelical y furioso en la misma frase. En Rifle, una canción que narra la historia de una madre que pierde a su hijo en la guerra, su voz se quiebra en una plegaria que roza lo operístico. El detalle de cantar en francés acentúa la sensación de tragedia y delicadeza, de una belleza antigua que se resiste a morir.
A lo largo del disco, se percibe una voluntad de crear un mito. The Pyre no es solo un conjunto de canciones: es un lugar imaginario donde la violencia, la pasión y la regeneración coexisten. Hay una narrativa simbólica que conecta los temas, un hilo invisible que convierte cada historia individual en parte de un todo mayor. En canciones como This Is the Killer Speaking, la metáfora se retuerce tanto que roza lo enrevesado, pero incluso ahí, en ese barroquismo que amenaza con engullirlo todo, hay una belleza que desarma. La pieza, con su tono casi decimonónico —como una carta perdida de una heroína gótica—, termina revelando un tema sorprendentemente mundano y actual: el ghosting. La voz de la narradora, ignorada, convertida en “asesina” simbólica por haber sido borrada del afecto, conecta el melodrama victoriano con las heridas digitales del presente. Esa tensión entre lo anacrónico y lo contemporáneo es, quizá, una de las claves más fascinantes del álbum.
Cuando deciden contenerse, el efecto es devastador. I Hold Your Anger es el mejor ejemplo: una canción austera, melancólica, que explora el instinto maternal desde la calma, sin fuegos artificiales. En su aparente sencillez brilla una profundidad emocional que confirma que The Last Dinner Party no necesitan saturar para conmover. Es el contrapunto perfecto al resto del álbum: el momento en que el fuego se convierte en ceniza y, por un instante, el silencio parece tener más peso que la explosión.
Hay en todo el disco un amor innegable por el exceso: la grandilocuencia, la teatralidad, la belleza desafiante. Pero ese exceso está al servicio de algo mayor: una búsqueda de identidad artística que no teme ser demasiado. Donde otras bandas optan por la ironía o el minimalismo, ellas eligen la pasión y el riesgo. From the Pyre no es un álbum complaciente ni accesible a la primera escucha, pero sí uno que recompensa a quien se entrega a su universo. Cada escucha revela nuevas capas, nuevos matices: la combinación de arreglos de cuerda con guitarras angulares, los coros que evocan ceremonias paganas, las letras que oscilan entre la devoción y la profanación.
El resultado es un trabajo profundamente cohesionado que suena tanto a continuación como a evolución. Persiste el sentimiento de liberación femenina, la mezcla de arte y caos, el gusto por la melodía envolvente y el dramatismo escénico. Pero hay algo más oscuro, más consciente. Si el debut celebraba el descubrimiento, From the Pyre asume la responsabilidad de existir. Es un disco que se quema para poder renacer.
The Last Dinner Party iniciarán ahora una gira europea que incluirá dos paradas en España, y será interesante ver cómo traducen este universo casi litúrgico al escenario. Porque escuchar el disco es una experiencia intensa, pero verlas en directo promete ser casi una ceremonia. Pocas bandas recientes han logrado conjugar ambición, teatralidad y emoción con semejante naturalidad. En un momento en que la industria premia lo instantáneo, ellas se atreven a construir algo que exige tiempo, atención y fe.
From the Pyre es, en última instancia, un acto de fe. En el arte, en el exceso, en el poder de la música para quemarlo todo y volver a empezar. Un disco que no busca complacer, sino encender. Y en ese fuego, The Last Dinner Party confirman lo que ya sabíamos desde Nothing Matters: que el futuro del pop no tiene por qué ser pequeño ni discreto. Puede ser grandioso, desafiante y profundamente femenino. Puede, incluso, arder.



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