Entre la emoción y la protesta: lo que nos dejó San Sebastián 2025
- ESZNA
- 3 oct
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Actualizado: 10 oct
Madrid, Comunidad de Madrid

Texto: Ángela Bellón
Hace casi una semana desde que San Sebastián se convirtió en el epicentro del cine internacional. Y es que, año tras año, el País Vasco se transforma en una ciudad de cine donde conviven grandes nombres y talentos emergentes que muestran al mundo proyectos que han nacido de la ilusión, el esfuerzo y la pasión. Esta edición no ha sido la excepción: emoción, estrenos, discursos memorables y momentos que ya forman parte de la historia del festival.
Uno de los debuts más esperados fue el de Harris Dickinson, que sorprendió a muchos al presentarse no como actor, sino como director de su primer largometraje, Urchin. La película, heredera directa del free cinema británico, ha dividido opiniones entre la crítica, pero nadie ha podido negar su fuerza narrativa y visual. Dickinson se atreve a ofrecer un retrato áspero y a la vez lírico de la juventud, con una mirada que alterna ternura y crudeza. Su arranque como director ha dejado claro que no se conforma con ser solo una de las jóvenes estrellas de Hollywood, sino que busca escribir su propia voz dentro del cine europeo.

El gran titular, sin embargo, llegó con Los domingos, que se alzó con la Concha de Oro. La victoria no solo supone un reconocimiento artístico, sino también un hito para el cine español y para la lucha feminista en esta industria. No podemos obviar el hecho de que se trata de una obra dirigida por una cineasta española en un certamen donde las mujeres aún luchan por tener el protagonismo que merecen. La película, íntima y a la vez universal, conecta con la memoria, la familia y la resiliencia a través de una narración delicada y profundamente humana, que se detiene en los silencios y en esos pequeños gestos cotidianos que definen la vida — tal y como hemos visto a la cineasta hacer en sus anteriores proyectos.
Su triunfo es, además, un recordatorio del lugar que el cine español puede ocupar cuando combina sensibilidad, riesgo y una voz propia. La directora ha logrado que lo local adquiera una dimensión global, lo que explica por qué tantos críticos la ven ya como una de las grandes competidoras de la temporada de premios. No sería descabellado pensar que la Academia la tenga en cuenta para la próxima temporada, no solo por su calidad cinematográfica, sino por el valor simbólico de que una historia hecha desde aquí pueda resonar tan fuerte en cualquier lugar del mundo.
El festival de este año también ha querido abrir horizontes hacia otros formatos narrativos, y uno de los ejemplos más celebrados fue la presentación de la nueva ficción sonora de Audible, Orgullo y prejuicio, protagonizada por Georgina Amorós y Omar Ayuso bajo la dirección de Mar Abad. La propuesta combina literatura clásica, interpretación y experimentación sonora, y ha demostrado que San Sebastián no se limita a lo visual: también hay un lugar para narrativas que viajan a través del oído y la imaginación.
Entre las grandes estrellas internacionales, Jennifer Lawrence brilló con luz propia al recibir un premio por su trayectoria, cuadrando además con la presentación de su último trabajo: Die My Love. Su discurso, sincero y directo, emocionó al público al hablar de la importancia de mantener la autenticidad en una industria que a menudo puede resultar fría y competitiva. Lawrence dejó claro por qué sigue siendo una de las voces más relevantes de su generación, y su paso por San Sebastián fue uno de los momentos más comentados del festival.
Pero si algo caracterizó a esta edición fue también su dimensión política. San Sebastián se convirtió en telón de fondo para la denuncia del genocidio en Palestina. No solo en las calles, donde los ciudadanos se manifestaron con pancartas y consignas, sino también dentro del propio festival, donde artistas y cineastas usaron discursos, gestos y hasta su vestimenta como forma de protesta.

En medio de este clima de compromiso y sensibilidad política, Angelina Jolie protagonizó uno de los momentos más emotivos del festival. Durante una rueda de prensa, la actriz se abrió en canal al recordar a su madre, un gesto íntimo que inmediatamente conmovió a los asistentes. Pero no se quedó ahí: también quiso mostrar su sensibilidad hacia la situación en Palestina, un tema que atravesó toda la edición de San Sebastián. Jolie, que siempre ha estado ligada a causas humanitarias, utilizó su espacio no solo para hablar de cine, sino para recordar que el arte no puede desligarse de la realidad social. Sus palabras, cargadas de vulnerabilidad, la mostraron cercana y profundamente comprometida, alejándose de la imagen distante que a menudo acompaña a las grandes estrellas de Hollywood. Fue un instante de honestidad que trascendió titulares y que convirtió su presencia en el festival en algo más que una aparición mediática: un recordatorio de que el cine también es memoria, empatía y resistencia. Así fue que, medios de todos los rincones del globo terráqueo se hacían eco de una Jolie que "no reconocía" a su propio país.
El cine español, por su parte, se consolidó como uno de los grandes protagonistas de la edición. No solo con el triunfo de Los domingos, sino también con la frescura de propuestas que apuestan por otros lenguajes y formatos. Quedó patente que nuestro cine atraviesa un momento brillante, capaz de competir al más alto nivel internacional y de generar interés dentro y fuera de nuestras fronteras. Entre las nuevas propuestas con acento español que han sacudido esta edición destaca el thriller Los Tigres (de Alberto Rodríguez), una obra que utiliza la tensión subacuática como metáfora y escenario para narrar la emocionante historia de dos hermanos buzos — Bárbara Lennie y Antonio de la Torre— que se ven arrastrados a una peligrosa trama de narcotráfico. También brilló con fuerza Maspalomas, ganadora del Premio Sebastiane por ser la película que mejor retrata la realidad del colectivo LGBTIQA, confirmando el compromiso del festival con la diversidad y la representación en pantalla.
Otro de los momentos más emocionantes vino de la mano de Alba Flores, quien presentó el documental Flores para Antonio, un sentido homenaje a su padre, Antonio Flores, que emocionó al público por su manera delicada y honesta de acercarse a la memoria y a la pérdida. Y, como muestra de que San Sebastián también es territorio para lo arriesgado, se presentó Aro Berria, la primera película de Irati Gorostidi, una propuesta absolutamente disruptiva que dejó huella en quienes buscan nuevas voces y lenguajes dentro del cine.

San Sebastián, además, ha demostrado ser mucho más que un festival de estrenos. Se ha convertido en una auténtica antesala de lo que puede dominar la temporada de premios. No es arriesgado asumir que Los domingos tiene prácticamente asegurada una plaza en los Goya.
La edición de este año ha sido un despliegue de nuevas voces, discursos potentes, apuestas arriesgadas y victorias históricas. El festival nos ha hecho recordar que el cine es arte, emoción y también herramienta de conciencia social. San Sebastián se confirma, una vez más, como un escenario donde confluyen talento y valentía, una ciudad que se viste de cine y nos recuerda por qué seguimos amando las historias que nacen para ser contadas en la gran pantalla. Pero, que lo verdaderamente importante, es lo que se mantiene con nosotras cuando la pantalla se apaga.



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